(...) Supondré, pues, no que Dios, que es la bondad suma y la fuente suprema de la verdad, me engaña, sino que cierto genio o espíritu maligno, no menos astuto y burlador que poderoso, ha puesto su industria toda en engañarme; pensaré que el cielo, el aire, la tierra, los colores, las figuras, los sonidos y todas las demás cosas exteriores no son sino ilusiones y engaños de que hace uso, como cebos, para captar mi credulidad; me consideraré a mí mismo como sin manos, sin ojos, sin carne, sin sangre; creeré que sin tener sentidos, doy falsamente crédito a todas esas cosas; permaneceré obstinadamente adicto a ese pensamiento, y, si por tales medios no llego a poder conocer una verdad, por lo menos en mi mano está el suspender mi juicio. Por lo cual, con gran cuidado procuraré no dar crédito a ninguna falsedad, y prepararé mi ingenio tan bien contra las astucias de ese gran burlador, que, por muy poderoso y astuto que sea, nunca podrá imponerme nada. (...)
Y es que me sentí identificado con esta desconfianza positivista que inspira al descubrimiento profundo y personal, para la comprensión de la realidad que nos está abrumando con idioteces, haciendo que nuestro momento de subjetividad se vea reducido al mínimo para someternos al entretenimiento de la simpleza, que nos hace cada vez menos pensantes.
jueves, 13 de noviembre de 2008
Fragmento de Meditaciones Metafísicas: Primera Meditación (René Descartes)
rayado por Unknown a las 11:53
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